La delicia de ser mujer es más que traje y maquillaje.
El poder de hacer a un hombre sentirse dios o morder el polvo; llevarlo al cielo o hacerlo mendigo de su piel.
La mujer sabe lo que puede ser y hacer; de cómo su sólo respirar hace rendirse hasta el más reacio de los gobernadores; que la historia la hace culpable de las desgracias de los reyes... ...y de sus victorias cada noche.
Dama, mujer deseada, compañera ideal. Recatada y silenciosa; delicada, sensible y educada. Sabia, astuta y leal.
De día, la mujer que es orgullo del hombre que se precia de ser su dueño, aunque le pertenece a ella.
De noche, esa que es capaz de hacerle sentir las estrellas en sus dedos, que le hace besar la luna y sentirse invencible. La misma que sabe usar sus manos para dar placer, para provocar, para disfrutar. La que sabe comprender y otorgar, mientras complace sus deseos, amando a ése que se gloría de ella.
Las dos, la misma. Tan dama y tan fiera, tan tierna y tan salvaje. Una que es dos o muchas. Tantas como se necesite para hacer de la vida de un hombre el paraíso terrenal.