martes, 31 de diciembre de 2013

Epílogo de una tragedia

2013.

Aprendí que un daltónico puede ponerle los colores a tu mundo; que lo que más amamos no lo podemos retener; que las personas permanecen voluntariamente y por su voluntad también se van.  Aprendí que la familia no siempre está en la sangre y que no siempre es la sangre lo que une a una familia; que los amigos que no te dejan son esos que te quieren más allá de la conveniencia y la comodidad.

Aprendí que a veces se ama sin saberlo y cuando al fin se nota es porque la muerte vino a saludar.  Aprendí que en 1.4 metros de estatura caben infinitas toneladas de cariño, de paciencia y de ternura.  Aprendí que puedo ser la teacher o puedo ser la T-shirt, con el mismo amor del corazón de una criatura; que no importa el tiempo, el espacio, el cansancio o la vergüenza, de la semilla que sembraste un día vas a cosechar.


Aprendí que la universidad no es la carrera más difícil y que un título no te da valor o calidad.  Aprendí que no siempre se alcanza lo que se pretende, por muchos libros de autoayuda que te hartes cada mes; que no por todas las puertas que se abren es conveniente pasar ni con todas las que se cierran es de valientes ponerse a forcejear.  Aprendí que la teoría es una aristócrata elegante pero la práctica es una amante de verdad.


Aprendí que el amor no se entiende y menos lo entienden los que no saben amar; que muchos creen que los años y las relaciones fracasadas les dan autoridad para opinar pero que el corazón es un salvaje potrillo que no pregunta si te parece el paso al que te va a llevar.  Aprendí que nadie que no se ame a sí mismo sabe querer bien y que el bien querer no siempre ha de ser correspondido.


Este año me sucedieron muchas cosas que fueron batallas de las que no salí ilesa.  Personas ensartaron sus saetas venenosas en mi alma y este es el día que, cada vez que intento sacarlas, solamente las hundo más.  He llorado inconsolablemente, con la justificación de tener hecho añicos el corazón.  Conocí gente linda, especial.  Me di cuenta qué NO quiero para mí.  Entendí que debo quererme un poco más y respetarme otro tanto.


No tengo propósitos de año nuevo ni arrastro frustraciones por metas sin lograr.  La vida no está en el horizonte sino aquí, ahorita, en este instante, en las teclas debajo de mis dedos y en el aire que entra por mi nariz.  Y ahí está el 2014, otro ciclo, otra medida.  No estoy lista para comenzar ni sé con qué pie voy a empezar a caminar pero el tiempo no se detiene y el reloj no espera.


Mañana será otro día.  Otro... sólo otro más.