lunes, 19 de septiembre de 2016

Madeleine se quiere morir.

Madeleine trabaja todos los días haciendo algo que le gusta pero un día, de pronto, deja de sentirle sabor al trabajo; Le pesa, le hastía. Ayer le gustaba mucho, hoy ya no.

Últimamente ha subido de peso, así que ha decidido ponerse en un régimen para bajar esas libras de más. No va a cenar esta noche pero en un abrir y cerrar de ojos, se encuentra atracándose de comida. No consigue detenerse.

Aunque no tiene muchos amigos, tiene muy buenos amigos. Hace varios días dejó de verlos porque no se sentía animada para socializar. Cree que no es bueno estar tanto tiempo lejos, así que decide visitarlos. Sus amigos son grandiosos y la pasan muy bien, pero en un segundo algo ocupa su pensamiento y es incapaz de disfrutar de su compañía. Está desesperada, no sabe por qué; Se quiere ir.

Mientras está acostada en su cama, el reloj de Madeleine avanza lentamente. Es de noche, quiere dormir. Apaga las luces, cierra los ojos, pero Madeleine no puede conciliar el sueño: su cerebro no deja de trabajar. Piensa en todo y en nada. Se distrae con tal facilidad que si se pone a contar ovejas, termina confeccionando suéteres. Se agota. Se irrita. Madeleine se queda dormida finalmente alrededor de las 3:30 a.m. Su despertador suena a las 5:30 a.m.: hora de levantarse para ir a trabajar.

A Madeleine la aburre la rutina pero se aturde cuando no tiene un plan específico de trabajo. Detesta las cosas prefabricadas pero sufre cuando no están bajo un perfecto control. Madeleine odia la oficina y su monotonía pero se desubica cuando no está ahí.

La socialización no es lo de Madeleine. Les rehuye a las fiestas y reuniones; Cuando la invitan, misteriosamente se enferma, le surgen parientes que no conocía o la carga de trabajo es terriblemente inusual. Miente. Madeleine no se siente cómoda con los demás.

La soledad está consumiéndola. Madeleine no tiene pareja sentimental. Su vida amorosa es inestable y sus relaciones, cortas, fugaces. Madeleine siente mucho, muy pronto y muy intenso. Y así como quiere, así le duele la ruptura. No más rupturas, se dice, no más amores. Pero Madeleine se siente sola. Siente que quiere tener alguien a quién amar.

Lo tiene todo. Madeleine tiene una carrera, un buen trabajo, una familia unida, buenos amigos, comodidad y tranquilidad. Pero Madeleine no es feliz. Madeleine es infinitamente infeliz. Madeleine se siente vacía, siente la vida insípida; Todo lo ve gris. Está en un limbo, en un universo paralelo al de los demás, incapaz de reír genuinamente. Ya ni llorar le alivia el dolor que surge de sus entrañas, sin razón aparente. La única justificación para su pena: existir.

Madeleine se quiere morir. Madeleine no entiende por qué vino al mundo; Un mundo que odia, al que no pidió nacer. Madeleine encuentra fútiles todos los ánimos y consejos que le dan. Madeleine no quiere encontrarle sentido a nada, cree que es una pérdida de energías. Para ella, nada tiene sentido, todo es un error. Un error que suma años, un error que empezó con su concepción. Madeleine se quiere morir.

Madeleine sabe que el infierno está surgiendo de nuevo. Madeleine entra en crisis.