viernes, 8 de enero de 2016

Perdóname la espera

Anoche soñé contigo. Soñé que te esperaba, como siempre. Soñé que me ponías excusas, como siempre.

Te soñé, siempre tan apuesto. 
Fui a buscarte, te dejé una nota, te mandé un mensaje, aguardé por ti en una esquina por la que sabía que pasarías.
Te esperaba.
Sabías que estaría ahí, te desviaste. Viste mi mensaje, lo ignoraste. Con la nota hiciste una pelota que atinaste a encestar en el botecito de los lapiceros de tu compañera, la que te agrada tanto; es linda, lo sé.

Te esperé esa tarde y la siguiente. Te esperé muchas noches, todas.
Te esperé con comida porque pensaba que estarías hambriento.
Te esperé vestida y a veces me desvestí, pensando que así vendrías.
Te esperaba en el balcón para verte llegar y no hacerte esperar cuando llamaras a la puerta.

Te esperé ese sábado que prometiste venir y no viniste. Y el domingo, el día que habías reservado para mí, y te dormiste, no viniste. Pero te esperé.
Te esperé esa mañana cuando tus problemas te retuvieron, olvidaste decírmelo y pasé sentada en la banqueta, arreglada tan linda para deslumbrarte porque pensé que te gustaría verme así.

También soñé a ese amigo, el del 5, al que veo cuando te espero. Pero esta vez él me vio, me sonrió, me ruborizó y le sonreí. Me preguntó por ti y fue entonces que noté que se me habían acabado las justificaciones en tu nombre. Con voz bajita le dije que nada más tomaba el aire... y me sonrió, sin excusas.

En ese momento me di cuenta de cuán egoísta había sido, cuán injusta contigo. Yo tan exigente, pidiéndote dos minutos de tu mañana o un buenas-noches por el celular; tan inconsciente como si tú no tuvieras una vida y suficientes quehaceres para preocuparte de mi necesidad de ti. Egoísta, esperando que me dieras las sobras de tu tiempo cuando te diera la gana, porque yo te daba hasta mi hálito de vida si hubiera hecho falta, pero te esperaba y eso es egoísta.

Perdóname la injusticia, porque tu tiempo vale tanto que ni todo lo que yo podía darte compensaba esos segundos que añoraba.
Perdóname la ofensa, el reclamo, la súplica; perdónamelo todo, porque fui arrogante con tanto esperarte y presionarte por verte un momento, porque me daba la gana estar contigo cuando tú, por tu parte, tenías tanto qué hacer.

Anoche te soñé y comprendí que no debo esperar.
Al final, cada tarde veré la sonrisa del caballero del 5 que aunque no sea mío me sonríe.
A él no lo espero y siempre llega. Me sonríe, le sonrío.
No es por mí pero siempre llega y no lo espero.
Anoche te soñé pero también lo soñé a él.

Hoy, amor que creí mío, ya no te espero.